Sólo un descanso por día, y otro mucho más largo por la noche. Es ahí donde el caparazón se abre para dejar salir esos miedos, y mirarse cara a cara con el dueño del mismo, a la vez que piensa en voz alta, porque el que habla no es él, sino sus miedos, esos tan terribles que él solo conoce, y que no desea que nadie más en la vida vea.
Sí, cuando el caparazón se abre, y no tienes más ganas de sonreir en soledad, es cuando más te acuerdas y cuando más aparece. Porque bajo el manto de las estrellas todo es fácil, lo realmente difícil es cuando lo sobrepasas y ves la cruda realidad.
-No, no quiero volver, aquí se está demasiado bien, sólo un rato más...-le dijo aterrorizado a ese ser-.
-Lo siento, pero el dolor solo se esfuma por pocos momentos, te toca volver a despertar... -oyéndose ya a lo lejos-.
Y entonces, me desperté, bañado en sudor y llantos, llantos de los cuales habían sido mis amigos por un gran espacio de tiempo, y del cual creí que esos fantasmas de la eternidad no iban a desaparecer nunca...
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